En fin, se acabó lo bueno, terminan las vacaciones y aquí estamos de nuevo.
Os cuento una anécdota veraniega.
Resulta que llevo un par de años disfrutando de unos días de vacaciones en la provincia de Cádiz. De esa zona destaca enormemente el humor de sus gentes, una mezcla de ingenio y arte que no tiene parangón. A buen seguro que mi querido amigo El Oliva, podría contarnos más de una anécdota de su tierra, yo por mi parte contaré una de este verano que me ha hecho mucha gracia.
Sucedió mientras estaba leyendo en la playa. Fue uno de esos días nublados que no abundan en agosto, casi otoñales, y que por ello hacen que la playa agosteña, más descongestionada, sea más agradable. Pasaban por la orilla los tradicionales vendedores ambulantes de latas de refrescos, patatas y camarones con su tradicional cántico de “cocacolaaaaaaaaa, servesaaaa, aguaaaaaaa”. En esas estaba cuando de pronto llegó a mis oídos un griterío especial. Tenía un tonillo algo robotizado, extraño en definitiva, de tal manera que la curiosidad hizo que me incorporase para escrutar a su autor. Y sucedió.... De repente vislumbré al emisario, el cual llevaba un magnetófono, sí, esos de las manifestaciones. “Mu práctico que er shavá”, me dije. Se trataba de un fulano de unos ochenta años. Pero lo mejor vino después... Conforme iba acercándose, me di cuenta que el vocero estaba haciendo play back, sí sí, como lo oyen, tenía puesto el magnetófono y movía la boca como si fuera un cantante de programa de música. Y la guinda vino después; cada vez que terminaba la retahíla finalizaba con una coletilla épica que esa sí que iba en directo “llevo er camarón, la servesa, el agua (voz en play back) ¡y yastá (voz en vivo)!”...
Grandioso... Vender no vendía –quizás el mal tiempo- pero nos regaló una de las mejores sonrisas de todo el verano.
Os cuento una anécdota veraniega.
Resulta que llevo un par de años disfrutando de unos días de vacaciones en la provincia de Cádiz. De esa zona destaca enormemente el humor de sus gentes, una mezcla de ingenio y arte que no tiene parangón. A buen seguro que mi querido amigo El Oliva, podría contarnos más de una anécdota de su tierra, yo por mi parte contaré una de este verano que me ha hecho mucha gracia.
Sucedió mientras estaba leyendo en la playa. Fue uno de esos días nublados que no abundan en agosto, casi otoñales, y que por ello hacen que la playa agosteña, más descongestionada, sea más agradable. Pasaban por la orilla los tradicionales vendedores ambulantes de latas de refrescos, patatas y camarones con su tradicional cántico de “cocacolaaaaaaaaa, servesaaaa, aguaaaaaaa”. En esas estaba cuando de pronto llegó a mis oídos un griterío especial. Tenía un tonillo algo robotizado, extraño en definitiva, de tal manera que la curiosidad hizo que me incorporase para escrutar a su autor. Y sucedió.... De repente vislumbré al emisario, el cual llevaba un magnetófono, sí, esos de las manifestaciones. “Mu práctico que er shavá”, me dije. Se trataba de un fulano de unos ochenta años. Pero lo mejor vino después... Conforme iba acercándose, me di cuenta que el vocero estaba haciendo play back, sí sí, como lo oyen, tenía puesto el magnetófono y movía la boca como si fuera un cantante de programa de música. Y la guinda vino después; cada vez que terminaba la retahíla finalizaba con una coletilla épica que esa sí que iba en directo “llevo er camarón, la servesa, el agua (voz en play back) ¡y yastá (voz en vivo)!”...
Grandioso... Vender no vendía –quizás el mal tiempo- pero nos regaló una de las mejores sonrisas de todo el verano.
3 comentarios:
¿esta foto es tuya?
No, la he tomado prestada, jeje
jeje que bueno si es que en Cai hay mucho arte.
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