Tres tonos de teléfono y un silencio antes de colgar me bastaron para saber que Fargas estaba vivo. No sé si bien o mal, pero vivo al fin y al cabo.
“Bicho malo nunca muere” me dije acariciando la duda de esa afirmación aplicada al caso, mientras miraba como la noche y su silencio ahogaba los llantos de un perro viejo. Quizá eso me hizo pensar que a un perro viejo y sarnoso como Lluís Fargas nada podría pasarle.
Apuré la última calada de mi cigarro, sabiendo que iba a ser una noche muy larga.
Un lejano sonido de teléfono me despertó sobre las cuatro de la madrugada…
Corro peligro, pueden localizarme. Era simplemente para decirte que sigo vivo.
Colgó, y me vino una sonrisa pícara a la cara. Y es que la voz de un muerto es siempre más agradable de oír que la de cualquiera de los vivos…
“Bicho malo nunca muere” me dije acariciando la duda de esa afirmación aplicada al caso, mientras miraba como la noche y su silencio ahogaba los llantos de un perro viejo. Quizá eso me hizo pensar que a un perro viejo y sarnoso como Lluís Fargas nada podría pasarle.
Apuré la última calada de mi cigarro, sabiendo que iba a ser una noche muy larga.
Un lejano sonido de teléfono me despertó sobre las cuatro de la madrugada…
Corro peligro, pueden localizarme. Era simplemente para decirte que sigo vivo.
Colgó, y me vino una sonrisa pícara a la cara. Y es que la voz de un muerto es siempre más agradable de oír que la de cualquiera de los vivos…