Hoy me encontré con Fargas, Lluís Fargas. Me dijo lo mismo de siempre, que como está el mercado, que como me va la vida.
Fargas es un tipo peculiar, le gustan los pinchos de tortilla y el vino tinto de Tierra de Barros. Habla de todo pero nunca de sí mismo. Siempre anda metido en líos. No sé a que se dedica exactamente, pero es de ese tipo de personas que no me extrañaría nada verlo tirado en el Callejón del Agua con la nariz partida y el labio sangrando. Aunque, claro, si así te lo encontraras te dedicaría una sonrisa y te diría “¡eh! soy Fargas, ¿no me reconoces?”.
Hay gente que, aunque tenga la cara destrozada por la vida, siempre será reconocible por ese gesto, esa sonrisa, o esa cicatriz; testigos mudos del paso del tiempo.
Fargas es un tipo peculiar, le gustan los pinchos de tortilla y el vino tinto de Tierra de Barros. Habla de todo pero nunca de sí mismo. Siempre anda metido en líos. No sé a que se dedica exactamente, pero es de ese tipo de personas que no me extrañaría nada verlo tirado en el Callejón del Agua con la nariz partida y el labio sangrando. Aunque, claro, si así te lo encontraras te dedicaría una sonrisa y te diría “¡eh! soy Fargas, ¿no me reconoces?”.
Hay gente que, aunque tenga la cara destrozada por la vida, siempre será reconocible por ese gesto, esa sonrisa, o esa cicatriz; testigos mudos del paso del tiempo.